¡Ojalá Fuese Así De Sencillo!

simplify

Hace unos meses escribí un artículo sobre cómo organizar el proceso de ventas. Qué técnicas utilizar para hacerlo más sencillo. Mi idea siempre es la misma: simplificar todos los procesos. También el proceso de ventas.

Uno de los lectores del artículo dejó el siguiente comentario: “¡Ojalá fuese así de sencillo!”.

Quizá este lector tenga razón. Quizá no. En cualquier caso, le dejé mis reflexiones:

Seguro que no lo es. De hecho, creo que hay pocas cosas sencillas en temas de negocios. Pero es importante conocer la técnica. Lo que hacen otros para que las cosas funcionen. Probar y ver si puede tener sentido.

¿Es importante comunicar con tu cliente antes, durante y después de la venta? Sí

¿Es importante mantener la coherencia del mensaje antes, durante y después de la venta? Sí

¿Tiene sentido reforzar la relación con el cliente? Sí. ¿Cuándo? Poco después de la venta es un gran momento.

¿Habría que darle continuidad? Sin duda. Aportando valor y ofreciendo tus productos cuando sea el momento adecuado.

¿Lo estás haciendo? Que cada uno conteste en qué punto está. Si no lo haces estás dejando pasar una gran oportunidad.

Está bien, quieres hacerlo… ¿Tienes un diseño de productos backend, de productos que por su naturaleza puedan ser las próximas compras de tus clientes? ¿Sí? Perfecto, empieza a ofrecérselos a tus clientes. ¿No? No podrás aprovechar esta oportunidad.

¿Comprarán como locos? Es complicado, pero si no se planifica y se ejecuta es, simplemente, imposible.

La técnica hay que conocerla. Hay que ponerla en práctica y hay que testar los resultados. ¿Sencillo? No, en absoluto. Pero si te pones en marcha, pueden pasar cosas.

Salvador Figueros

Foto: Paul L Dineen / flickr

¿Qué Es Un Negocio RFP?

better offer

RFP son las siglas en inglés para “Request For Proposal” que viene a ser algo así como “Solicitud de ofertas”.

Si ya conocías su significado, es probable que hayas tenido la oportunidad de trabajar en alguna multinacional anglosajona. Si es la primera vez que ves estas tres letras juntas, eres un tipo con suerte.

Request For Proposal

Así es como funciona. Cuando una gran compañía tiene una necesidad, desarrolla su RFP y la saca al mercado.

El mecanismo es sencillo. Unos cuantos folios llenos de requerimientos de un tipo, de otro, de… Que no se quede nada en el tintero. Se empaqueta todo bien y a funcionar.

¡Ah! Se viste de invitación y todos los que se presentan ya saben lo que tienen que hacer: cumplir los requerimientos. Cumplir los requerimientos al menor precio posible.

Al final, se trata de una competición. Una forma de comprobar quien da más por menos.

Negocios RFP

Las RFPs son la fórmula típica de las administraciones. Cuando necesitan proveedores, lo hacen de esta manera.

Las grandes compañías también lo hacen así. Entienden que es la forma más fácil de conseguir los mejores contratos. Seguramente, tengan razón.

Tú puedes ser un negocio RFP o no. Tú puedes decidir entrar en el juego de los proveedores RFP o no hacerlo. Pero si has decidido seguir adelante, ya sabes lo que hay.

¿Qué es lo que hay? Precio. Bueno… mejor dicho, eso es precisamente lo que no hay.

Si quieres defender el precio de tus productos o servicios, éste no es el mejor método. ¿Por qué? Porque está en la esencia de las RFP bajarlo hasta donde sea posible. Bajarlo hasta donde alguno de los invitados al proceso (competidores) quiera bajarlo.

No es para todos

Sí, seguro que es una manera interesante de organizar los proveedores desde el punto de vista de la demanda, pero no tiene que serlo desde el punto de vista de la oferta… o sí.

Ahí entra la definición de tu negocio. Sí, qué quieres hacer con él, con qué clientes quieres trabajar, cómo quieres defender tu producto, qué…

Es el momento de definir si eres un negocio RFP o no lo eres. No es ni mejor ni peor. Es distinto.

El problema no es ser un negocio RFP. El problema es entender si puedes serlo. Ahí está el error. Ahí es donde nos confundimos.

¿Eres RFP? Perfecto. Asegúrate de que tienes las características adecuadas. Ya sabes… un gran tamaño, economías de escala, precios bajos y mucho volumen para compensar unos márgenes ridículos.

¿Está mal? No, de hecho está muy bien o puede estarlo si eres realmente bueno. Bueno en costes. Eso es lo que te están pidiendo. Si no es así, no es la mejor elección. Si no es así, es un suicidio.

Puedes ser diferente

Es una buena recomendación. Hay vida para los que son diferentes, pero no pasa por las RFPs.

No pasa por ahí porque son conceptos que están enfrentados. Eres diferente cuando no eres como los demás y cuando esa diferencia significa algo para tus clientes.

Las RFPs persiguen lo contrario, persiguen que seas igual y que pongas precio a esa igualdad. Cuanto menos, mejor.

Piensa en lo que eres o en lo que quieres ser. Entiende tus características y tus puntos fuertes. Decide si quieres ser un negocio RFP o no.

Cualquier decisión es buena siempre que no confundas los términos.

Salvador Figueros

Foto: OnTask / flickr

La Literatura No Es Un Beneficio Que Puedas Vender

literatura

Suena bien, pero no suele funcionar. Pasa cuando utilizas algún beneficio que no puedes demostrar.

“Somos la compañía líder en trato personal”. Éste puede ser un buen ejemplo. Hay un montón de ellos. Todos tienen algo en común. Grandes palabras.

Las grandes palabras están bien para muchas cosas, pero no te van a ayudar a vender. Son grandes, son huecas y son insuficientes.

Yo le llamo literatura. Cuando alguien quiere vender su producto con grandes palabras lo llena todo de fuegos artificiales. Cuando han estallado, no queda nada. Sólo palabras. Literatura.

Tus clientes tienen necesidades concretas que necesitan soluciones concretas. Si tu producto tiene las respuestas, tienes que darlas.

No hay que hablar demasiado, no hay que adornar demasiado. Sólo tienes que identificar el problema y dar tu solución. Sencilla, concreta y verificable.

No es complicado, pero tienes que recordarlo. La literatura llena el vacío, pero no paga las facturas. Los productos que solucionan problemas sí.

Salvador Figueros

Foto: jesse.millan / flickr

Cómo Ingresar Más Dinero Vendiendo Menos Cosas

Cómo Ingresar Más Dinero Vendiendo Menos Cosas

Durante muchos años trabajé en los estudios de una cadena de televisión. Mi trabajo consistía en coordinarme con el equipo de los programas para diseñar espacios publicitarios dentro de los mismos.

El mecanismo era sencillo. Cogíamos la escaleta (estructura) del programa, veíamos dónde encajaba mejor y colocábamos pequeños espacios publicitarios de uno o dos minutos de duración.

La idea era aprovechar el escenario, los presentadores, el atrezzo del programa e integrar de la mejor manera el contenido publicitario de nuestros anunciantes.

De esta forma, conseguíamos un resultado diferente, un formato distinto al típico anuncio en el intermedio.

¿El objetivo? Ofrecer a nuestros anunciantes un espacio publicitario disfrazado de programa de televisión. Un espacio publicitario con mucho más impacto que cualquier otra fórmula.

Pero entonces…

Puedes decir que molesta. Puedes comentar que no te parece apropiado. Puedes pensar lo que quieras, pero la verdad es que la fórmula era (y es) fantástica.

Cuando lo hacías bien, el resultado era increíble. Cuando lo hacías bien, conseguías un gran nivel de integración publicidad/contenido. Vencías el rechazo de la audiencia.

Pero entonces… entonces el anunciante veía la oportunidad de llenar de mensajes publicitarios ese minuto de publicidad integrada en contenido. Muchos mensajes publicitarios. Cuantos más mejor.

Al final, ellos pagaban el espacio. Querían ser vendedores. Querían decir muchas cosas. Querían lanzar tantos mensajes como les entrasen en ese minuto.

Ahí estaba el conflicto. El anunciante peleando por incluir más. Nosotros luchando por rellenar un minuto con una idea potente del anunciante. Una idea potente e integrada en los elementos del contenido. Una idea que se cogiese a la primera y que quedase en la memoria de la audiencia.

Menos cosas, más dinero

La psicóloga de la universidad de Columbia Sheena Iyengar desarrolló un experimento interesante.

En su estudio, ofrecía en un supermercado un surtido de mermeladas con distintos sabores. Según el día, la combinación ofrecida tenía seis sabores o 24 sabores.

Iyengar analizó la respuesta de los compradores durante un periodo de tiempo. Finalmente, concluyó que la combinación con menor número de sabores superaba a la combinación de 24 sabores en un 27%.

La gente compraba más la combinación que ofrecía menos. Los compradores se sentían más atraídos hacia la combinación más simple. La que tenía menos elementos. La entendían mejor y les resultaba más atractiva.

La televisión no es diferente

No, la televisión no es diferente. La verdad es que nada es diferente. Éste es un efecto que se repite constantemente. Se da en todos los entornos.

Cuando enfrentas al consumidor a demasiados elementos, se produce confusión y se paraliza la acción. No hay más.

En mi historia, el resultado era desigual. Algunas veces conseguíamos convencer a nuestros anunciantes. Un espacio, una idea. Ésa era la combinación perfecta.

En otras ocasiones resultaba más complicado y llenábamos el minuto con un montón de características, beneficios y bondades del producto.

Supongo que la televisión es así. Las negociaciones son así. Pasan este tipo de cosas. Unas veces unos. Otras veces otros.

Pero lo que siempre es igual es la percepción de tus consumidores. Lo que siempre es igual es que puedes ingresar más vendiéndoles menos.

Salvador Figueros

Foto: rennes.i / flickr

Cómo Multiplicar El Resultado De Tus Ofertas

tiempo limitado

Todas las ofertas comparten cosas. Una de las más típicas es el sentido de urgencia.

“Si quieres aprovechar esta oferta, tienes que realizar tu compra en las próximas 24 horas”. “Últimas plazas libres. Reserva tu entrada antes de que se agoten”. “Entradas limitadas a las 100 primeras llamadas”…

Las combinaciones son infinitas, pero todas comparten la presión del tiempo. “Si no eres rápido en tomar tu decisión, corres el riesgo de perder esta oportunidad”.

Es simple. Puedes pensar que sólo es un reclamo comercial. Una manera de influir en tu decisión. Todos podemos pensar lo mismo, pero la fórmula funciona. La prueba es que se utiliza constantemente.

El Experimento de Howard Leventhal

Durante la década de los ’60, Howard Leventhal llevó a cabo un experimento para comprobar, entre otros, el funcionamiento del sentido de la urgencia.

Entregó a un grupo de estudiantes un folleto donde se les advertía de los peligros de la enfermedad del Tétanos. Una enfermedad muy grave producida por un bacilo que entra por las heridas y ataca el sistema nervioso.

En el folleto, se instaba a los estudiantes a vacunarse cuanto antes con el fin de evitar el riesgo de contraer la enfermedad.

Los resultados fueron modestos. Sólo un porcentaje pequeño de los participantes en el experimento atendió a la llamada y se vacunó contra el Tétanos.

Una variación interesante

Leventhal prosiguió con el experimento. Convocó a un nuevo grupo de estudiantes y les entregó, de nuevo, el folleto. El mismo folleto que había entregado anteriormente con una sola variante.

Ahora, el folleto contenía un mapa del centro médico de la universidad y listaba las fechas en las que el centro ofrecía un plan de vacunación gratuito contra el Tétanos.

¿Los resultados? Los resultados tuvieron poco que ver con los del primer grupo. En esta ocasión, el número de estudiantes que se vacunó contra la enfermedad superó el 30% de los estudiantes expuestos al folleto.

El efecto multiplicador

El sentido de la urgencia se ha utilizado en las estrategias de marketing desde siempre. La posibilidad de perder una oportunidad por no ser capaz de reaccionar a tiempo es un motivador muy potente a la hora de tomar una decisión ante cualquier oferta comercial. Las compañías lo saben y lo utilizan.

El sentido de urgencia es muy poderoso, pero puede serlo mucho más si lo combinas con instrucciones claras y precisas con todos los pasos que hay que dar.

Si lo haces, si das la información suficiente para que tus clientes no se sientan perdidos, el sentido de urgencia funcionará como siempre y las instrucciones claras y precisas multiplicarán tus resultados como nunca.

Salvador Figueros

Foto: dno1967b / flickr

Cómo Conseguir Clientes Gratis

Cómo conseguir clientes gratis

¿Conseguir Clientes Gratis? Suena bien. ¿Por qué dedicar tiempo, dinero y esfuerzo a conseguir nuevos clientes cuando otros lo pueden hacer por ti?

Una alianza es un acuerdo por el que dos compañías colaboran ofreciendo sus activos y generando una oportunidad de negocio para ambas que de otra forma no existiría.

Este tipo de situaciones son siempre ganar-ganar para las dos partes. Si la naturaleza de los dos productos o servicios son similares y la relevancia del servicio o producto ofertado conjuntamente es suficiente, tendrás todos los ingredientes para sacar adelante una gran colaboración.

Las Alianzas son la fórmula más rápida para hacer crecer tu negocio. Las puedes organizar a nivel local, internacional, de forma presencial, por teléfono, e-mail, etc.

Son todo ventajas, pero, si quieres que funcionen, no esperes que la otra parte, de entrada, realice ningún esfuerzo.

Deberás tener toda la operación pensada de antemano y perfectamente cuantificados los beneficios que aportan a las dos partes.

Aquí rige el principio KISS (Keep It Simple Stupid: hazlo sencillo, tonto) que es una expresión magnífica que viene a decirte que lo hagas tan fácil como puedas para que la otra parte sólo vea los beneficios sin necesidad de esfuerzo alguno.

“Suma los Activos de las dos compañías y genera una oportunidad de negocio para las dos partes”.

A continuación, tienes una serie de pasos que te ayudarán a darle forma a tus alianzas. Si los sigues, aumentarás de forma dramática tus posibilidades de éxito.

Clientes Gratis 1: Dedica a una persona

Sí, dedica a una persona o parte de tu tiempo a cerrar Alianzas. En definitiva, esto dependerá de tus recursos, pero es importante que entiendas que no estamos hablando de un tema menor.

El tiempo que dediques a cerrar alianzas es la mejor inversión que puedes realizar. Piensa por un momento en el tiempo, personas y esfuerzo que te supondría tener que desarrollar por ti mismo todo lo que tus partners (socios) te pueden aportar.

Una persona solvente, dedicada a cerrar alianzas puede aportarte unos resultados que, con creces, compensarán el esfuerzo dedicado en esta labor.

En la locura puntocom (hasta el 2000) que tuve la oportunidad de vivir, todos los portales grandes o pequeños tenían una persona o equipo dedicado a cerrar alianzas de todo tipo. Las alianzas eran un elemento estratégico en la estrategia de desarrollo de aquellas compañías.

Clientes Gratis 2: Ten claro lo que necesitas

En este caso, parece bastante obvio que tu necesidad es intentar alcanzar cuanta más gente mejor con el menor coste posible.

Aquí, una estrategia de Alianzas funciona magníficamente porque no sólo te permite contactar a un gran número de personas sino que lo hace con la posibilidad directa de venta (va un paso por delante de la publicidad convencional que se limita a comunicar). ¡Ah! Recuerda que es a coste variable.

Esto quiere decir que sólo pagas en función de resultados (no hay costes fijos, o no debería haber, independientemente de los resultados).

En este punto debes reflexionar sobre lo que significa alcanzar a muchas personas. Es obvio que el marketing es un juego de números:

“Cuantas más personas contactas y conocen tu producto o servicio, mayores son las posibilidades de que lo consuman”.

Hasta aquí todo bien, pero merece la pena incorporar un variable más en esta reflexión que te permitiría reformular la frase anterior de la siguiente manera:

“Cuantas más personas afines (que tienen la necesidad que tu producto cubre) contactas y conocen tu producto, mucho mayores son las posibilidades de que lo consuman”.

Efectivamente, el marketing es un juego de números, pero de números buenos. ¿Qué quiere decir esto?

Esto quiere decir que no te vale con llegar a mucha gente. Tienes que llegar a los que realmente te interesan.

No te obsesiones con potenciales alianzas con grandes partners que no tienen un mercado o público objetivo afín al tuyo. Es muy probable que te desgastes mucho en la negociación (por la supuesta diferencia de dimensión que puede haber entre tú y él) y que los resultados sean muy pobres.

Permíteme que te de un ejemplo de una experiencia personal: un kit de conexión analógico a Internet tenía una conversión (usuarios conectados divididos entre kits entregados) de hasta cincuenta veces más dependiendo del canal utilizado para hacer llegar el CD de conexión al usuario final.

“El Marketing es un juego de números buenos. Contacta a aquéllos que realmente te interesan”.

Clientes Gratis 3: Identifica al posible partner (socio)

Las posibilidades son innumerables y, generalmente, te puedes llegar a perder si no eres capaz de fijar prioridades.

Empieza por aquéllos con los que tu producto o servicio tiene muchos puntos en común:

» Empresas del sector: busca aquellas empresas de tu sector que comercialicen productos o servicios complementarios y analiza cómo pueden encajar con los tuyos (¿Se construye más valor cuando se suman Activos?)

» Competencia: analiza qué productos o servicios no ofrece tu competencia. Si no hay conflicto, ofrece la posibilidad de colaborar con ellos.

» Empresas de otros sectores: ¿qué productos o servicios (fuera de tu sector) consume tu mercado? Identifícalos y elige a los que ofrezcan una posibilidad de asociación más coherente con tu producto.

» Medios de comunicación: si la naturaleza de tu producto te lo permite, estudia qué medios de comunicación consumen tus clientes o potenciales clientes y plantéales una promoción conjunta donde distribuyan tu producto o servicio con condiciones especiales para sus clientes.

Cuando ya has revisado los partners que tienen más sentido y a los que debes dedicarle mayor nivel de esfuerzo (recuerda siempre el 80/20 de Pareto), merece la pena que pienses en otros que, aunque no sean los socios ideales, también te pueden ayudar a comunicar tu mensaje o distribuir tu producto.

Como puedes ver, las posibilidades son innumerables, pero es importante que sigas este proceso ordenado que te propongo para jerarquizar prioridades y poner foco donde realmente merece la pena realizar el esfuerzo.

Siguiendo con el ejemplo que te he apuntado anteriormente, te puedo decir que el kit de conexión a Internet lo distribuimos, a través de alianzas, desde preinstalado en ordenadores (éstas eran, de hecho, las mejores alianzas) hasta insertado en la revista de los socios de un club de fútbol de primera división que, como puedes imaginar, no tenía un público objetivo lo suficientemente afín a nuestros servicio de conexión y, por lo tanto, los resultados fueron menos atractivos.

“Concentra tu esfuerzo en cerrar los acuerdos más evidentes”

Clientes Gratis 4: Analiza las necesidades de tu posible partner

Aquí no me voy a extender. Creo que el apartado anterior introduce perfectamente este punto. En cualquier caso y para terminar de ilustrarlo, déjame que retome, de nuevo, el ejemplo del kit de conexión.

En el caso de los ordenadores que llevaban el kit preinstalado, el beneficio para sus compañías consistía en ofrecer a los compradores una serie de servicios que aumentaba el valor del producto.

Aquí, es interesante que te haga una puntualización que explica el detalle de estas operaciones:

» Acuerdos Locales: cuando el acuerdo se hacía a nivel local y con ordenadores, en su mayoría clónicos, los acuerdos eran entre iguales. La compañía de ordenadores mejoraba su propuesta a sus compradores ofreciendo más cosas por el mismo precio a la vez que hacía algo de caja con las comisiones que liquidaba con nosotros.

» Acuerdos Internacionales: cuando el acuerdo era internacional, es decir, cuando el acuerdo se cerraba entre una gran marca internacional y nosotros, el resultado era muy diferente. Por lo general, en ese tipo de acuerdo se cerraban cantidades fijas up-front (por delante, es decir, que se pagaban independientemente del nivel de resultados del acuerdo) y además se le tenía que sumar el variable.

¿Por qué se producía esta diferencia? Muy sencillo, mientras que los acuerdos locales tenían un espíritu de alianza entre iguales (más o menos), los internacionales (con marcas más consagradas) eran acuerdos de distribución pura y dura con parte variable.

Clientes Gratis 5: Entiende la relevancia que tiene el acuerdo para tu partner

Si pretendes cerrar este tipo de acuerdos, debes asegurarte de que es relevante para las dos partes.

Cuando hablo de relevancia no me refiero a que ambas partes consideren el resultado económico suficientemente atractivo. Ése es sólo un enfoque de la relevancia. Me refiero a que el conjunto de la operación tenga suficiente sentido para las dos partes.

Por ejemplo, si intentas cerrar un acuerdo con una gran empresa, es obvio que la diferencia entre las dimensiones de las dos compañías podría ser un obstáculo. Incluso el nivel de ingresos que podría generar este tipo de alianzas no es significativo para una compañía de gran tamaño.

Pero, sin embargo, el hecho de poder ofrecer un producto o servicio novedoso y diferenciador a sus usuarios le da la relevancia que de otra forma no tendría el acuerdo.

“Asegúrate de que lo ofreces a la otra parte es lo suficientemente relevante para ella como para que le resulte atractivo”

Clientes Gratis 6: Define qué activos intercambiar

Este punto hace referencia a cómo se estructura el acuerdo y qué pondrá encima de la mesa cada una de las partes.

En tu caso, estaría más o menos claro que tú entregas tu producto o servicio para que se incorpore al producto o servicio de la otra parte, mejorando sus características y aumentando su valor.

Pero no siempre tiene que ser así. Imagina que ya tienes una serie de clientes o una base de clientes potenciales con los que tienes algún tipo de contacto.

En este caso, se podría organizar una alianza donde las dos partes utilizan sus propias bases de datos para realizar una promoción cruzada de los productos o servicios de la otra parte. Esta es una forma original de duplicar clientes potenciales.

Clientes Gratis 7: Establece la fórmula de compensación

Por lo general, un buen punto de partida es compartir el 50% del margen de beneficio del producto o servicio. A partir de ahí, las combinaciones son múltiples.

En cualquier caso, este punto es objeto de negociación y se vencerá del lado de la compañía más fuerte y más imprescindible para la materialización de la alianza.

Si eres la parte débil del acuerdo, es muy probable que seas tú el que tengas que ceder más. De todas formas, este aspecto no lo tendrás totalmente cerrado hasta que no sepas realmente con quién vas a cerrar la alianza.

En ese momento, tendrás que empezar a pensar la cantidad de comisión que la parte fuerte se llevará por hacer llegar tu producto al cliente final.

Clientes Gratis 8: Pon en funcionamiento la alianza

Una vez que hayáis pactado los términos del acuerdo, ya te puedes poner en funcionamiento.

Es absolutamente recomendable que recojas todos los puntos del acuerdo en un documento y que este documento obre en poder de las dos partes.

No es necesario que sea un contrato, aunque dependiendo del nivel de la alianza y de los elementos que involucra – gran dimensión, costes asociados, etc.- es posible que tengas que firmar un documento formal.

En muchos casos, las alianzas con pequeñas compañías suelen estar soportadas por un e-mail con el detalle de lo acordado o un Memo de entendimiento (MOU: memo of understanding) que firman ambas partes.

Si te quedan dudas sobre cómo documentar este tipo de acuerdos, coméntalo con tu abogado.

Por mi experiencia, te diré que los grandes acuerdos, aquéllos que he cerrado con compañías importantes han ido soportados por un contrato que, generalmente, te daban las propias compañías y era una especie de contrato tipo.

Las alianzas con compañías pequeñas se solían validar con un e-mail a la persona adecuada y su confirmación de los términos.

Todo dependerá del perjuicio que se pueda producir si en un momento dado se rompiese el acuerdo. Valora este punto.

“Documenta todo por escrito y evita sorpresas posteriores”

Ejemplo Famoso

Como te he dicho antes, las alianzas son el medio más rápido y flexible para poder desarrollar tu negocio en tiempo récord. Buena muestra de lo que se puede conseguir con una alianza lo puedes comprobar repasando el caso “Microsoft”.

Microsoft era una pequeña compañía americana que se dedicaba a pequeños desarrollos de programación en lenguaje Basic.

Corrían los tiempos en los que IBM estaba enfrascada en el inicio del desarrollo de los ordenadores personales. En ese momento, Bill Gates vio la oportunidad de hablar con IBM e intentar llegar a algún tipo de acuerdo con un sistema operativo que se llamaba DOS.

Bill Gates se sentó con IBM para venderles las bondades de un sistema operativo que facilitase la relación entre la máquina (ordenador) y el resto de programas.

Cuando Gates hizo su planteamiento, no tenía nada. Nada de nada. Es decir, no había sistema operativo (de hecho, se lo compraron, posteriormente, a un tercero por 50.000$; un tercero que pensó que había hecho el negocio del siglo y no se dio cuenta que había cedido a otros el primer producto de un imperio de dimensiones descomunales).

Incluso con esta situación de absoluta desventaja, Bill Gates planteó y cerró una de las alianzas más famosas de la historia de los negocios: Microsoft convenció a IBM para que incorporase su sistema DOS en todos sus ordenadores.

Imagínate que “pedazo de alianza”. De un día a otro pasas de ser un completo desconocido a estar presente en los ordenadores de medio mundo.

Por si fuera poco, Bill Gates no cedió la exclusiva sobre el software a IBM (estos últimos entendían que el negocio estaba en los ordenadores y no le dieron demasiada importancia al software) y se quedó con la posibilidad de vendérselo a otros clientes.

Es decir, incorporan tu software a sus ordenadores (un software desconocido cuando todavía no eres nadie) y, además, no se quedan con la exclusiva sobre el producto. ¡Increíble!

La situación es surrealista, una pequeña compañía tratando de cerrar un acuerdo con una de las grandes compañías del planeta. A partir de ahí, es historia.

El acuerdo con IBM catapultó a Microsoft en todo el mundo. No sólo no le costó dinero sino que le permitió generar mucho. Le convirtió en el sistema operativo de referencia y, al no tener trabas en su contrato, pudo vendérselo a todos aquéllos que estuvieron interesados.

Supongo que eran otros tiempos y que las probabilidades de que te encuentres a otros directivos de mega-multinacional tan inocentes como éstos te resultará bastante complicado.

Pero lo que resulta absolutamente innegable es que Microsoft no existía a los ojos del mundo y esta alianza con IBM le puso en el mapa en un abrir y cerrar de ojos.

Tu trabajo consistirá en encontrar lo que yo llamo “Ibeemes”, es decir, socios lo suficientemente grandes como para que su impacto sobre tu negocio sea relevante y lo suficientemente flexibles como para que te permitan la aproximación y el cierre de un acuerdo.

“Los Ibeemes son el mejor activo que puedes desarrollar para catapultar tu negocio al máximo nivel”

Comentario Final

Las alianzas son la mejor forma de dar a conocer tu producto y alcanzar tu mercado de la forma más rápida posible.

Las alianzas se basan en un principio muy básico: los ingleses le llaman “Leverage” (apalancamiento) y tiene mucho que ver con la famosa frase de Arquímedes que decía algo así como “Dadme una palanca (o punto de apoyo) y moveré el mundo”.

Este concepto es intuitivo, visual y potente. La palanca (tu alianza) sirve para amplificar tu fuerza (tus esfuerzos) y multiplicar por “n” tus resultados.

Es decir, si quieres conseguir el mejor resultado posible para tus esfuerzos, encuentra las mejores palancas a tu alcance y no te desgastes intentando desarrollar todo tú sólo. Simplemente, no merece la pena el esfuerzo de hacerlo en solitario.

¿Cómo conseguir Clientes Gratis? Seguro que hay distintas maneras, pero ninguna tan buena como una buena Alianza.

Salvador Figueros

Foto: jinterwas / flickr

Los 3 Errores Del Vendedor Novato

Errores del vendedor novato

Muchos empezamos nuestras carreras profesionales en un departamento de ventas. Es una experiencia clásica.

La situación siempre es parecida. Gente joven con muchas ganas y una compañía que te da la oportunidad.

Lo primero que haces es llenarte de información hasta arriba. Luego, coges la cartera de clientes que te han asignado, te la estudias del derecho y del revés, empiezas a coger reuniones y… ya te has convertido en un vendedor.

¿Cuántos papeles hay que llevar?

La sensación es agradable. Tienes un cierto control. Te presentas en tus reuniones y quieres vender. Al fin y al cabo es para lo que te han contratado.

Alguien te ha dicho que la información es poder y ahí estás tú con un montón de documentación. Documentación de todo tipo. Históricos de venta del cliente, productos, consumo con la competencia, proyecciones,… yo que sé.

Has cogido todo lo que olía a cliente, le has echado un vistazo y has colocado los papeles en tu cartera. Es una situación natural. Cuantos más papeles, más seguridad. Al menos, eso es lo que piensas.

La reunión va progresando poco a poco y tú estás más pendiente de colocar tu documentación, de demostrar lo bien preparado que estás, que de dirigir la reunión hacia donde más te interesa.

Al final, se termina el tiempo. Guardas tus papeles en tu cartera y te preguntas si el resultado de la cita es el adecuado.

Error nº 1: No te llenes de papeles hasta arriba. Utiliza únicamente la información relevante. La que soporta tus argumentos. La que te ayuda a vender.

No es mejor vendedor el que maneja más información, sino el que utiliza la información adecuada en la dirección correcta.

No tiene que ver contigo

Las ventas funcionan así. No tiene que ver contigo. Tiene que ver con ellos. Los clientes son las estrellas de todas las ventas. Ellos son los que tienen las necesidades y tú él que tienes que ayudarles a cubrirlas.

Lo sabes y empiezas bien. Haces un par de preguntas para entender mejor al cliente y, enseguida, te lanzas a fondo. Has visto una puerta abierta y no puedes esperar.

Sacas toda la artillería. Entras con toda la batería de argumentos. Los vas desplegando uno detrás de otro. Vas cogiendo carrerilla y, cuando te quieres dar cuenta, llevas un montón de tiempo hablando de tu compañía, de tus productos, de lo bien que hacéis las cosas, de…

Error nº 2: El protagonista de la venta no eres tú, no es tu compañía, no son tus productos. El protagonista de la venta es tu cliente. Haz las preguntas adecuadas para que se sienta cómodo, para que te diga cuál es su problema, para que te diga qué espera de ti. Cuando lo tengas claro, habla y dale tu solución.

Uno, dos, tres, cuatro,…

Vuelves a la oficina y reflexionas sobre tu reunión de ventas. Has hecho lo que has podido: argumentación, objeciones, bla, bla, bla.

Lo has intentado, pero la sensación no es buena. La reunión ha ido arriba y abajo como un tiovivo sin control.

Te hubiese gustado algo un poco más ordenado. Algo con principio, desarrollo y desenlace. Algo con una cierta organización: uno, dos, tres, cuatro,…

Error nº 3: las reuniones no se organizan solas. Si quieres que tengan una cierta estructura, prepara un guión y síguelo. Algo sencillo. Cómo introducir el tema, cómo desarrollarlo y cómo provocar el final adecuado.

Estos son tres de los errores clásicos de los vendedores novatos. Hay más, pero éstos son los más evidentes. Las malas noticias son que ocurren casi siempre. Las buenas, que se solucionan con facilidad.

Salvador Figueros

Foto: Mark Ramsay / flickr

¿Para Qué Sirven Los Contratos?

“Un certo signor Figueros…” (“Un tal señor Figueros…”). Así empezaba la carta de queja que el Director General (italiano) de una gran marca enviaba, hace ya muchos años, a mi jefe (también italiano) después de una visita mía a su compañía.

¿El problema? El contrato. No un contrato cualquiera. El contrato que su compañía y la nuestra habían firmado una semana antes.

Hay que ponerse en marcha

La historia es sencilla. Los grandes jefes firman un contrato y la maquinaria se pone en marcha. Cada uno asume su rol y mueve la palanca que le corresponde para que todo empiece a funcionar como se espera.

Yo también muevo mi palanca. Con el contrato debajo del brazo me planto en la oficina de nuestros clientes para empezar a organizar mi parte. Saludos, un poco de cómo van las cosas, pues parece que este año tal,… bla, bla, bla.

Después nos metemos en faena. “Esto tendríamos que organizarlo de esta manera o de esta otra o…”. Las cosas no suenan ni bien ni mal. Suenan. Pero suenan distintas a la idea que tenía en la cabeza. A la idea que había visto reflejada en el contrato.

Algunas dudas

Bueno, si hay dudas, echamos mano del contrato. Para eso están los contratos. ¿No? Para servir de guía a las relaciones.

Saco el contrato y comento “quizá ese aspecto no está contemplado dentro del acuerdo… a lo mejor habría que darle una vuelta a ese tema para poder incorporarlo al compromiso…”.

Nuestro cliente me mira con cara de no entender nada y me hace una pregunta. La pregunta. “¿Salvador, sabes para qué sirven los contratos?”

Tengo una cierta idea, pero no parece que esté demasiado interesado en mi respuesta. No se lo piensa dos veces y lanza la suya. “Los contratos sirven para guardarlos en un cajón. Para eso sirven los contratos”. La contestación es buena. Sí que lo es. Coge el contrato y lo mete en el cajón de su mesa. Ahí termina mi visita. Después, la carta.

¿Para qué sirven los contratos?

Ésta es una historia real. Pasó hace mucho tiempo, pero seguro que sigue estando de actualidad. Contratos que se firman para guardarlos en un cajón o para interpretarlos de cualquier manera.

Las cosas no funcionan así. Los acuerdos están para cumplirlos. Los acuerdos no están para guardarlos en un cajón e interpretarlos como te parezca más oportuno. Para eso, no firmas ningún contrato. Para eso, lo vas viendo sobre la marcha y punto.

Dificultades, puntos poco claros,… no pasa nada. Se habla. Se puede hablar todo. Tienes un marco para hacerlo. Ésa es la ventaja de los contratos. Te dan contexto.

Los contratos plasman acuerdos. Reflejan el detalle de lo que se ha pactado. No hay que memorizar ni interpretar. Ahí está el contrato. ¿Tienes dudas? Acudes a él. Ya está. Sencillo. Son una herramienta fantástica. Facilitan las cosas.

Así son los contratos que funcionan. Luego hay otros, los que se guardan en un cajón. Los que sólo se interpretan desde uno de los lados. Esos contratos no funcionan. Bueno, funcionan sólo en una dirección.

Salvador Figueros

Foto: Steve Snodgrass / flickr

30 Razones Por Las Que No Vendes Tus Servicios

Si tuviese que elegir la pregunta que me han hecho en más ocasiones, “¿Cómo puedo vender más?” ganaría por goleada.

¿Qué quieren las empresas? Vender. ¿Cuándo tienen problemas? Cuando no venden lo suficiente. Es así de simple. Luego, lo podemos llenar de palabras raras y conceptos retorcidos, pero el tema es sencillo: Tienes problemas cuando no vendes.

Vender es la clave de todo. El resultado de tus ventas depende de tu marketing. Mejor marketing, más ventas. Peor marketing, problemas.

Cuando tus ventas no funcionan es porque tu marketing no funciona. Hay muchas razones que lo pueden explicar. Aquí, te dejo unas cuantas sin un orden especial. Merece la pena revisarlas cuando intentes vender tus servicios. Si las conoces, aumentas las posibilidades de conseguir mejores resultados.

1.- No hay un mercado lo suficientemente grande

Es todo un clásico. Tenemos una gran idea. Creamos un gran producto. Ponemos toda la ilusión del mundo, pero cuando lo lanzamos… ¡Ahggg! La respuesta no es la adecuada. Algo ha fallado.

¿Por qué? La idea es perfecta (es mía). El producto es maravilloso (es mío). ¿Entonces? Entonces la respuesta falla (es de ellos). Entonces no hay suficiente número de personas que tengan el suficiente interés en tu idea y en tu producto. Pasa. Sí, pasa y hay que saberlo. El mecanismo no funciona así. No creamos el producto y buscamos un mercado. No es así. Es justo lo contrario. Encontramos un mercado con una necesidad y creamos un producto para satisfacerla. Es intuitivo, pero no lo tenemos tan presente como deberíamos.

2.-No tienes un producto que funcione

En este caso, existe un mercado con una necesidad, pero tu producto no es el adecuado para cubrirla correctamente.

¿Por qué pasa esto? Por varios motivos. Porque tu producto no resuelve el problema para el que se creó. Porque lo resuelve peor que otros. Porque el precio de tu producto está por encima del valor que aporta a tus clientes. Porque hay muchos que hacen lo mismo que tu producto. Porque…

Hay muchos “porques”. Da lo mismo. Siéntate, reflexiona, analiza tu producto e introduce los cambios necesarios para adaptarlo a las necesidades de tus clientes.

3.-No explotas la fuerza de tus clientes

El mejor argumento de venta que puedes tener es el testimonio de un cliente satisfecho. Las cosas son así y no pueden ser de otra manera.

Este tipo de testimonios son la fuerza de la prueba. La prueba de que lo que haces da resultados. La prueba de que lo que haces ha dejado contento a tu cliente. La prueba de que lo que haces tiene valor.

Si no lo haces, empieza a hacerlo ya. Empieza a recoger los testimonios de tus clientes. Todos. Los buenos y los malos. Los malos te ayudarán a mejorar y los buenos te ayudaran a vender.

4.- No creas un dossier con tu trabajo

¿Qué es un dossier? Un dossier es una carpeta donde guardas el registro de todo lo que haces. ¿Por ejemplo? Por ejemplo, fotografías que tengan que ver con algún proyecto que has gestionado, vídeos que recogen alguna secuencia tuya en acción, comentarios de…

La idea consiste en recoger las evidencias de tu trabajo. Evidencias que puedas mostrar al mundo para que te conozcan mejor, para que puedan entender qué es lo que haces y cómo lo haces. Evidencias que puedas colgar en tu página web, que puedas enviar por email a tus clientes potenciales, que puedas incorporar en tus catálogos.

Es fácil. No requiere demasiado trabajo. Es una rutina que debes introducir entre tus hábitos. Al principio, cuesta un poco porque no estás acostumbrado. Después, es parte del proceso y sale sin que te des cuenta.

5.- No tienes presencia en los medios

Los medios de comunicación son importantes. Te ayudan a amplificar tu mensaje y lo multiplican por “n”. Los medios son la palanca que te permite pasar de comunicar uno a uno a comunicar uno a muchos. Hacen que tu comunicación sea más masiva y llegue a más sitios.

Hay distintas formas de conseguir presencia en medios. Puedes escribir artículos relacionados con tus servicios y hacérselos llegar a una revista especializada del sector. Puedes enviarles notas de prensa con algún contenido interesante que te posicione como experto. Puedes intentar conseguir una entrevista si has publicado un libro, has dado una conferencia, has…

El tema funciona, pero no es fácil. No esperes que te llamen del periódico nacional de mayor tirada para que les concedas una entrevista. No pasará. Por lo menos, no pasará al principio.

Hay que seguir otro tipo de estrategia. Hay que empezar por los medios locales. Medios pequeños que pueden ser más receptivos. No te preocupes demasiado por la audiencia que puedan tener. Simplemente, ponte en contacto con ellos y empieza a cerrar colaboraciones. Poco a poco irás aumentando el número de colaboraciones y el tamaño de tu audiencia. Poco a poco irás siendo más relevante. Hasta que un día, ¿por qué no? te llamen del famoso periódico.

6.- No hablas lo suficiente

Bueno,… no hablas lo suficiente en los foros adecuados. Sí, tienes que hablar. Tienes que demostrar lo que sabes. Tienes que dar tus opiniones. Tienes que lanzar tu mensaje tantas veces y delante de tantas personas como te sea posible.

Hay pocas fórmulas mejores que ésta. Cuando hablas de lo que sabes y lo haces como sabes, tu nivel de credibilidad sale disparado. A partir de ese momento, pasas de la categoría de desconocido a la categoría de experto. A partir de ahí, tu opinión vale mucho más.

Una buena manera de hacerlo son las conferencias. Identifica qué organismos promueven u organizan conferencias o eventos dirigidos a tu mercado. Ponte en contacto con ellos. Ofréceles la posibilidad de colaborar con ellos sin cargo alguno. Prepara una buena presentación. Una presentación que aporte valor a tu partner y a tu audiencia. Una presentación que muestre tu nivel de capacitación. Sal al escenario. Habla y disfruta haciéndolo.

7.- No tienes una historia

Todos tenemos historias. Seguramente, tú tienes un montón de ellas, pero no las utilizas. Las historias nos enganchan. Nos divierten. Nos involucran.

No les cuentes a tus clientes que haces esto o aquello. Que tus resultados son fantásticos. Que tus productos son increíbles.

No lo hagas porque no les interesa demasiado. Además, no es divertido. Es difícil enganchar a nadie diciendo que les vas a “ayudar a organizar eficientemente su compañía”. Es mucho más efectivo contarle una historia que lo demuestre. Una historia sobre algún problema que has ayudado a solucionar. Una historia de verdad. Tuya, personal e intransferible. Una historia con la que se puedan identificar tus clientes.

Hay que cambiar el chip. Es fácil decirlo, pero cuesta un poco más hacerlo. Nos han educado en un mundo que separa lo personal de lo profesional. Lo personal puede ser divertido, entretenido, emocional,… Lo profesional tiene que ser serio, gris y aburrido.

Bueno, no es así. Sólo tienes que pensar de una manera diferente. Aplica tu toque personal a todo lo profesional. Así, sencillo. No tengas miedo. Cuando lo haces, tu mensaje pasa de blanco y negro a color.

8.- No dispones de un botón de muestra

¿Qué es un botón de muestra? Eso, algo que puedes entregar de forma gratuita a tus clientes para que se puedan hacer una idea de cómo es tu trabajo.

Empaqueta tu conocimiento en una newsletter o en un ebook o en una circular o en un “lo que quieras”. Empaquétalo y hazlo llegar a aquellas personas que puedan estar interesadas.

La mejor forma de hacerlo es identificar algún tema relevante. Algún tema que pueda interesar a cuantos más mejor. Trabájalo en profundidad y entrégales más valor del que puedan esperar.

Cuenta algo interesante. Aporta alguna solución. Resuélveles algún problema. Ayúdales a mejorar sus vidas.

9.- No utilizas la tecnología

La tecnología está aquí para quedarse. Si no te has dado cuenta todavía, corres el riesgo de perder el tren.

¿Hay que ser un geek o friki de la tecnología? No, tiene que ver poco con todo eso. Enloquecer por la tecnología no te va a reportar ningún beneficio. Los negocios no son tecnología, pero la tecnología te puede ayudar mucho.

Presta atención a las herramientas a tu alcance. Twitter, facebook, youtube,… son unos instrumentos que pueden ser fantásticos para mejorar tu marketing.

¿Hay que utilizarlos todos? No. ¿Hay que hacerlo de cualquier manera? No. Analiza las distintas plataformas. Entiende cuál se adapta mejor a tus intereses. Estudia las posibilidades que te ofrecen. Desarrolla una estrategia y ponla en marcha.

10.- No aprovechas todas las posibilidades

En muchas ocasiones, los pequeños detalles pueden ser de gran utilidad. Hay un montón de oportunidades a tu alrededor. Tienes que saber que existen y tienes que aprovecharlas.

Piensa en todo tu material como un gran soporte para tu mensaje. Tus sobres, tus cartas, tus facturas, tus… La lista es interminable. Repasa todas las posibilidades. Piensa cómo puedes utilizarlos y hazlo.

La firma de tu correo electrónico es un ejemplo clásico. ¿Utilizas firma en tus e-mails? ¿Aparece el nombre y el logo de tu compañía? ¿Hay espacio para es eslogan? ¿Colocas estratégicamente los links de tu site y de las redes sociales donde tiene presencia tu empresa? ¿Reflejas…? ¿No? Pues empieza a hacerlo.

11.- No tienes una tarjeta de visita atractiva

No más tarjetas iguales. No más tarjetas blancas y aburridas. No más tarjetas que no dicen nada y que se confunden con el resto de tarjetas que no dicen nada.

La tarjeta de visita es una oportunidad fantástica para decirle a tu interlocutor cómo eres. Sí, claro que tienen que aparecer tu nombre y el cargo y ese tipo de cosas. Hay que poner todo esa información, pero hay que hacerlo de una manera personal. De una manera que te diferencie. Que te haga memorable y que permita que te recuerden.

Utiliza colores, formas, tipografías y diseños que te identifiquen a ti y a tu compañía. Utiliza elementos que transmitan emoción además de información. Utiliza algo diferente.

12.- No promocionas suficientemente a otros

Ésta es una de las estrategias más olvidadas. Parece raro que puedas promocionar tu negocio promocionando a los demás, pero funciona.

Los anglosajones tienen un dicho curioso: “You scratch my back and I´ll scratch yours” (Tú rasca mi espalda y yo rascaré la tuya). Ésa es básicamente la idea. No es demasiado compleja.

Todo lo que tienes que hacer es buscar compañías con las que no compites y que se dirigen al mismo mercado que el tuyo. Elige bien. Escoge aquéllas con las que tienes puntos en común. Compañías con las que compartes valores. Prueba sus productos o servicios. Confirma que tienen calidad, que están a la altura de los tuyos y que pueden ser de utilidad. Cuando lo tengas claro, habla con ellos, plantéales este nivel de colaboración y empieza a promocionarlos.

Hazlo de forma honesta. No promociones nada que no valga la pena, pero si lo tienes claro, hazlo y espera que los demás lo hagan contigo.

13.- No colaboras con causas sociales

El hecho de devolver a la sociedad parte de lo que la sociedad te ha dado es algo increíble. Cuando lo haces, te sientes bien. Cuando ofreces tus servicios como voluntario en alguna causa relacionada con tu compañía, consigues varias cosas: hacer algo que merece la pena, dar visibilidad a tu negocio y ganarte el respeto de todos.

Ése es el secreto del marketing social. Hacer que los demás se sientan bien a la vez que impulsas tu negocio.

Busca en tu área de influencia organizaciones sin ánimo de lucro que tengan relación con lo que haces. Contacta con ellas y ofrece tus servicios. A partir de ahí, a colaborar.

14.- No recoges tus casos de éxito

Es increíble la cantidad de empresas que no tienen un histórico de sus actuaciones. Todos tus proyectos son tu contenido. Cuantos más proyectos documentes, más contenido tendrás a tu disposición para utilizarlo como te parezca oportuno (site, catálogos, anuncios, presentaciones,…).

El contenido es importante, pero los casos de éxito son fundamentales. Los casos de éxito te ayudan a vender. Te ayudan a mostrarles a tus clientes potenciales cómo has resuelto con éxito problemas similares a los suyos. Te ayudan a decirles a todos que eres capaz de darles una solución.

Decide que estructura quieres darles: antecedentes, situación, análisis, posibles soluciones, decisión, puesta en marcha, seguimiento y resultados. Ésta puede ser una estructura, pero cualquier otra que te permita argumentar la calidad de tu servicio es válida. Ponlo en marcha hoy y empieza a sacarle partido a tus casos de éxito ya.

15.- No controlas tu discurso de ventas

Es típico de los que empiezan. Quieren vender y lo intentan. Lo intentan de una manera muy evidente. Venden, venden, venden,…

Está bien. Quieres vender, pero tus clientes, aunque te parezca extraño, no quieren que les atosigues o que les presiones o que les fuerces a tomar ninguna decisión. Tus clientes no quieren charlatanes de feria.

Las cosas son distintas. Los tiempos cambian y todo el mundo evoluciona. Lo que antes funcionaba es posible que ya no funcione. Los estilos de venta también se transforman.

Ahora funciona otra cosa. Funciona la confianza. Funciona el hecho de conocer a tu cliente, preocuparte por sus problemas, demostrarle que sabes de lo que hablas, profundizar en la relación y… vender. Claro que sí, pero hacerlo cómo corresponde, cuándo corresponde y a quién corresponde.

Ésa es la nueva fórmula. Hay otras, pero ésta funciona. Funciona especialmente en el mundo de los servicios.

16.- No conoces suficientemente tu producto

¿No puede ser? Sí, es. ¿No puede ser que alguien no conozca su producto? Sí, hay un montón de vendedores que no saben realmente qué es lo que están vendiendo.

Claro que no me refiero a las características de tu producto o servicio: cómo es, qué hace,… Supongo que cualquiera que sale por ahí a vender algo debe conocer esos cuatro datos básicos. Pero te tengo que decir algo: esos datos no te van a ayudar a vender. Esos datos no le interesan a nadie.

Conocer tu producto es otra cosa. Conocer tu producto tiene que ver con saber para qué sirve. Saber qué beneficio aporta a tus clientes. Saber qué problema les soluciona. Saber, de verdad, cuál es el valor real de tu producto para tus clientes.

Cuando lo sabes, tu manera de vender es distinta. No hablas de características técnicas. Hablas del sentido que tu producto tiene para tu cliente. Hablas de la razón por la que tu cliente necesita tu producto.

17.- No tienes un sistema

Tu marketing necesita sistemas. Todo necesita sistemas. Un sistema es una serie de acciones que repetidas de la misma manera arrojan resultados predecibles.

Mira un momento tus acciones de marketing. ¿Qué has hecho? ¿Cómo las trabajas? ¿Qué resultados has obtenido?

Es muy probable que hayas realizado alguna acción de marketing directo por correo en alguna ocasión o alguna cuña de radio o algún modulo en tu periódico local o cualquier otra cosa parecida.

Es probable que sea así porque todos hacen básicamente lo mismo. También es probable que no tengas muy claro qué resultados te han proporcionado esas acciones.

Cuando actúas así, estás actuando sin sistema. Estás actuando por impulso. Puede ser divertido, pero seguramente no es muy rentable.

El marketing es un sistema. Es un sistema que se ajusta constantemente. Realizamos una serie de acciones para conseguir clientes potenciales. Para conseguir que nuestros clientes potenciales se conviertan en clientes. Para conseguir que nuestros clientes repitan y para conseguir que nuestros repetidores se queden siempre con nosotros.

Realizamos acciones y medimos los resultados. Nos quedamos con las acciones que nos dan buenos resultados y eliminamos el resto. Así, una y otra vez. Una y otra vez. Así siempre. Así se construyen los sistemas.

18.- No te preparas lo suficiente

No hay mucha ciencia. Por lo general, los resultados son fruto de la combinación de la experiencia y el conocimiento. Si falla alguno de los dos elementos, el modelo no funciona.

La experiencia es importante porque ayuda a pulir el conocimiento, a adaptarlo a tu realidad, a hacer que valga mucho más.

El conocimiento es fundamental porque te abre posibilidades. El conocimiento te arranca de la inercia y te enseña nuevos caminos.

La experiencia te la vas encontrando, pero el conocimiento tienes que perseguirlo. No dejes nunca de hacerlo. Cuando te quedas sin conocimiento, te quedas sin alternativas.

Es una cuestión de decisión. Cuando lo tienes claro, el resto es fácil. Puedes leer libros, puedes consultar algún blog interesante, puedes asistir a seminarios, puedes tener un mentor, puedes ver lo que se hace en otros sitios, puedes… Puedes hacer un montón de cosas. Hazlas

19.- No dosificas la venta

Todo tiene que ver con la cantidad y la claridad. Si la idea es contactar con un cliente  e intentar venderle todo lo que puedas al mismo tiempo, las cosas no van bien.

La idea no puede ser ésa. La idea es tener clientes satisfechos a los que les puedes vender en más ocasiones.

La oportunidad de contacto con un cliente es limitada: el tiempo que estás con él, una cuña de radio, un anuncio de prensa, una carta, un…  Cuando rellenas esa oportunidad de mensajes, lo único que transmites es confusión. Demasiados productos. Demasiados argumentos.

Uno de los grandes secretos del marketing es la claridad. Cuando tienes la atención de tu cliente, tienes que lanzar cuantos menos mensajes mejor. Uno mejor que dos. Menos cantidad igual a más claridad.

Cuando lanzas un solo mensaje no hay posibilidad de confusión. Tienes toda su atención. Lo único que tienes que hacer es dirigirte a él y decirle porqué tu producto o servicio va a solucionar su problema.

20.- No hablas de ellos

Es tan simple como coger una revista o un periódico o mirar un rato la televisión y fijarse en los anuncios. ¿Cuántas veces aparece la palabra vosotros? ¿Cuántas veces aparece la palabra tú?

Es curioso. Te diriges a tus clientes, pero hablas de ti, de tus productos, de lo buenos que son, de lo bien que haces todo, de… Hablas de un montón de cosas menos de lo que realmente importa… de ellos.

La comunicación comercial es para ellos. Para tus clientes. Habla de ellos, de sus problemas, de lo que les importa, de sus preocupaciones, de…

Haz que se sientan identificados. Que sepan que hay alguien que les comprende. Alguien que sabe lo que necesitan.

La comunicación consiste en eso. En demostrarles que les entiendes y porque les entiendes puedes ayudarles. ¿Cómo podrías hacerlo de otra manera?

Tienes que tenerlo presente la próxima vez que contrates una página de periódico o una cuña en tu emisora local o cualquier otro medio. La comunicación no es una cuestión de yo, mi me, conmigo. La comunicación es una cuestión de tú, ti, te, contigo.

21.- No aumentas tus conexiones

¿Conoces la teoría de los 6 grados de separación? Se trata de una teoría interesante que está en la esencia de las relaciones sociales.

El primero en formular dicha teoría fue el escritor húngaro Frigies Karinthy. Su propuesta intentaba demostrar que, a través de una determinada cadena de conocidos, se puede contactar con cualquier persona del mundo.

El argumento era sencillo. Cada persona tiene un número de conocidos que, a su vez, tienen un número de conocidos que, a su vez, tienen…, y, así, hasta que, a través de esta cadena de conocidos, se conecta a toda la población mundial.

Vives en un mundo que funciona con conexiones. Cuantos más contactos tienes, más probabilidades tienes de llegar a más gente y de hacer que las cosas funcionen mejor. También tu negocio.

Las cosas son así. Los contactos son importantes. A partir de ahí, puedes hacer lo que quieras, pero este principio no va a cambiar.

¿Recomendación? Sal y conecta. Conéctate con cuantos más mejor. Descubre los sitios donde se reúnen tus clientes, los eventos a los que acuden, la gente con la que se relaciona. Hazte una lista con todos ellos y empieza a frecuentarlos, a relacionarte con la gente y a aumentar tu red de contactos.

Recuerda que tus conocidos tienen conocidos que, a su vez, tienen conocidos que… y así sucesivamente. Si quieres que tu mensaje se amplifique y llegue a todas partes, conéctate.

22.- No disparas a la diana correcta

El tema es sencillo. Pregunta a cualquier emprendedor que conozcas por sus clientes. ¿Cómo son? Es muy probable que todo lo que obtengas sea una respuesta ambigua del tipo: “Bueno… la gente que consume mi producto es de muchos tipos… Ya sabes, es difícil decir si son estos o los otros. En general… son más o menos todos”.

Ésa no es una buena respuesta. Cualquier respuesta que no defina claramente quienes son tus clientes, qué edades tienen, dónde viven, a qué se dedican, cuáles son sus intereses,… no es una buena respuesta.

Además, si tu amigo emprendedor no tiene esta respuesta clara y concreta por escrito, la fuerza de la respuesta es menor.

Tus clientes son tu diana. Si no sabes quiénes son, dónde están y cómo se comportan, ¿cómo vas a contactar con ellos?

Imagínate la situación. Te ponen una venda en los ojos y te dicen que dispares a una diana que no sabes dónde está. ¿Cuáles son las probabilidades de acertar? Seguramente, pocas. De hecho, si al final das en la diana no es más que casualidad.

No sé tú, pero a mi no me hace una gracia especial pensar que mi negocio está en manos de la casualidad o en manos de nadie que no sea yo mismo y mis clientes.

23.- No mantienes contacto con tus clientes antiguos

Los clientes vienen y van. Ésa es la regla. Es mejor que vengan y se vayan menos, pero, al final, es inevitable que algunos de ellos dejen de ser tus clientes.

Seguro que hay muchas razones para que esto ocurra. Si se marchan porque no has sabido tratarles correctamente, tómalo como una lección cara y aprende de tus errores, pero si se han marchado simplemente porque cubrieron su necesidad, no es inteligente olvidarse de ellos.

Tus clientes antiguos son una fuente de ingresos. Quizá no ahora, pero seguro que pueden serlo cuando les surja de nuevo la necesidad.

¿Qué hay que hacer? Mantener el contacto. Es difícil que puedan acordarse de ti si ya no existe ningún vínculo.

Mantenles en tus listas de correo. Envíales boletines con información. Felicítales por navidad o llámales de vez en cuando. Todos los canales son buenos si consigues que se acuerden de ti. Si consigues que, cuando surja la necesidad, tu opción sea la primera entre todas las opciones existentes.

24.- No te diferencias lo suficiente de la competencia

Ser igual que los demás significa tener las mismas posibilidades que los demás. ¿Tú quieres tener las mismas posibilidades que los demás?

Supongo que no. De hecho, el éxito de cualquier negocio pasa por tener más posibilidades que los demás. Por ser más elegible que el resto de tus competidores.

Lamentablemente, esto no es gratis. Para no ser igual que los demás, tienes que hacer cosas que te diferencien. Pero no basta con eso. Además de diferenciarte tienen que ser valoradas por tus clientes.

Sí, no basta con ser diferente y ya está. Ser diferente es el principio. Después, tienen que añadir valor. Ésa es la ecuación. Diferencia y valor.

La diferencia es mágica. Cuando trabajas la diferencia de tu negocio, cuando haces algo que te hace sobresalir entre todos los demás, te colocas en otra dimensión.

Dejas de competir. ¿Por qué? Porque eres diferente. Porque no haces lo mismo que el resto. Porque no te pueden comparar y cuando no hay comparación no hay competencia. Estás en otro sitio en la mente del consumidor y eso es notorio y tiene consecuencias positivas.

¿Compite Starbucks con cualquier otro establecimiento que sirve café? No. Son completamente distintos. Starbucks es Starbucks. Un sitio donde puedes disfrutar de un café fantástico en un entorno agradable a un precio muy alto. ¿Por qué? Porque es diferente.

Tu diferencia es el activo de tu negocio. Hay negocios que tienen diferencia y hay negocios que no la tienen. Por lo general, ganan siempre los que tienen diferencia.

25.- No pareces profesional

Si andas como un pato, nadas como un pato y graznas como un pato, eres un pato aunque seas un elefante.

Las cosas no son lo que son. Las cosas son lo que parecen. Puedes ser un gran profesional, pero si no lo pareces, no lo eres.

¿Qué quiere decir esto? Quiere decir que no basta con serlo, además hay que aparentarlo y hay que aparentarlo a todos los niveles.

Tu marca es importante. Tu logotipo es importante. Tu eslogan es importante. Tu oficina es importante. Tu manera de vestir es importante. Tu… Todo lo que te rodea a ti y a tu negocio es importante.

Tienes la obligación de cuidar todos los detalles. Detalles grandes y detalles pequeños. Todos los detalles que pueden proyectar una imagen tuya o de tu negocio que no es la adecuada. Los grandes negocios tienen grandes imágenes. Los otros no.

26.- No te centras en un nicho

Muchos piensan que más es mejor. Que dirigirse a más empresas o a más personas funciona mejor. Es una idea natural. Parece que si vas a todos es más fácil llegar. Si intentas tocar todos los palos, algo pasará finalmente.

Las cosas no son así. Por lo menos no son siempre así. Puede parecer extraño, pero lo que funciona es justo lo contrario. Funciona mejor cuando te diriges a menos. Cuando el objetivo de tu negocio no son todos sino un grupo seleccionado de empresas o personas.

A esto se le llama nicho. No es intuitivo pero funciona. Cuando te diriges a un grupo en lugar de a todos, te conviertes en el especialista de ese grupo.

¿Tiene limitaciones? Claro que las tiene. Todos los que no pertenecen a ese grupo jamás serán clientes tuyos. Es una limitación a medias. Es muy probable que disparando a todos tampoco consigas que sean clientes tuyos.

¿Los pros de la situación? Fácil. Cuando cualquier integrante de ese grupo homogéneo que has seleccionado tenga una necesidad, pensará en ti. Pensará en ti antes que en nadie.

¿Por qué? Porque tú eres el especialista. Éste es un mundo de especialistas. Médicos del aparato digestivo. Abogados especializados en separaciones… Nos gustan los especialistas. Nos fiamos de ellos. Tiene sentido. Ellos son los que saben más de algo en concreto. A ellos tenemos que acudir cuando tenemos esa necesidad.

Si te diriges a clientes demasiado diferentes u ofreces productos poco consistentes, es tiempo de cambiar. Es tiempo de definir qué grupo de empresas o personas quieres servir y con qué productos o servicios quieres servirles. Cuando lo hagas, recuerda que menos es más.

27.- No miras a tu alrededor

Hay que mirar lo que pasa a tu alrededor. El mundo cambia, evoluciona y se transforma a tu alrededor y todo lo que tienes que hacer para saber qué está pasando es mirar.

Hay que mirar a la competencia. Hay que mirarles para ver qué es lo que hacen mal y como puedes mejorarlo, pero también hay que mirarles para ver todo lo que hacen bien y ver como puedes adaptarlo o contrarrestarlo.

Mira cerca de ti. Lo que hacen los que están más próximos. Siempre son una buena referencia. Pero también hay que mirar lo que hacen los que están más lejos. Viaja, sal y estudia como evolucionan las cosas fuera de casa. Cuanto más lejos mejor. Cuanto más lejos mires es posible que las novedades sean más novedades y que los cambios sean más radicales.

También hay vida fuera de la competencia. A veces hay que mirar en muchas direcciones. No tienes que centrarte sólo en tus competidores. Sí, hay que estudiarlos, pero también hay que estudiar lo que hacen otros sectores, otras industrias.

Por lo general, los grandes avances se producen cuando importas algo de otro sector al tuyo. La costumbre en un sitio es la novedad más absoluta en otro.

Mira por todos los rincones. Encuentra algo que te interese. Adáptalo a tu negocio y ponlo en funcionamiento.

28.- No compartes

¿Cuál es la mejor manera de mostrarle al mundo lo que sabes? Compartir. Compartir tanto como te sea posible.

La confianza no se gana por decreto. La confianza se gana demostrando una y otra vez lo que puedes hacer.

La secuencia no funciona “consigo clientes, pagan mis servicios, me gano la confianza”. La secuencia funciona “comparto conocimiento, demuestro lo que soy capaz de hacer, lo hago muchas veces, me gano la confianza, genero autoridad, consigo clientes, pagan por mis servicios”.

Primero la confianza y después el negocio. Siempre es así. Confianza y negocio. Compartir es bueno para la confianza y la confianza es buena para el negocio.

Comparte sin miedo. El nivel de tu autoridad depende del nivel de todo lo que compartes. Más contenido y más nivel es igual a más autoridad y más negocio.

29.- No tienes una base de datos de clientes

Tus clientes son tu gran activo. Es difícil decirlo de una forma más clara. Tu negocio vale lo que vale tu cartera de clientes.

Imagina que tus clientes son como tus ahorros. ¿Qué haces con ellos? Los cuidas. Los mueves donde mejor pueden estar, donde más rentabilidad te pueden dar. Siempre estás encima de ellos para saber qué decisión tomar, cómo sacarles el máximo partido.

Tus clientes funcionan igual. Tienes que estar encima de ellos. Tienes que saber qué decisiones tomar. Tienes que saber como manejarlos.

La mejor manera de empezar es tenerlos controlados. Tener una base de datos que te permita saber quiénes son, dónde están, qué compran, qué podrían comprar,…

No hay que volverse loco. No hay que rellenar un montón de campos. Hay que rellenar lo que hay que rellenar. Hay que recoger la información relevante, la que te puede ayudar a ti a servir mejor a tus clientes. Olvídate del resto. Céntrate en lo importante y empieza a construir tu base de datos.

30.- No tienes un blog

Sí, al final, apareció. Siempre aparece. Aparece porque es importante, porque es una gran plataforma para comunicarte con tu mercado, porque es gratis, porque es un escaparate fantástico para mostrar al mundo cómo puedes ayudarle, porque te da autoridad, porque resultas mucho más creíble, porque…

Hay un montón de razones para empezar un blog. No te voy a contar cómo hacerlo. Ahí fuera hay ríos de información que te pueden ayudar.

No, no es fácil. No es fácil hacerlo bien. Un blog necesita dedicación, tiempo y esfuerzo. Es así. Si te digo algo diferente, te engaño. No vale con abrir el software y escribir cualquier cosa. Bueno, puedes hacerlo, pero no sirve de mucho. Es cierto. No vale cualquier cosa. Sólo vale tu cosa y tu cosa debe ser buena.

En cualquier caso, lo más importante a la hora de pensar en un blog es lanzarse. Arranca y empieza a escribir. No pasa nada si lo primero que escribes no te convence plenamente. Es una cuestión de tiempo e información. Cuanto más tiempo y más conocimiento vayas acumulando, mucho mejores serán tus artículos.

Es posible que no haya recogido aquí todas las razones que hacen que tus ventas no crezcan tanto como te gustaría. No lo sé. Razones hay muchas, pero seguro que aquí tienes una lista lo suficientemente grande como para empezar.

Los negocios siguen algunas leyes fundamentales y una de ellas es que los negocios que eliminan las razones que les impiden crecer crecen más. Sencillo pero funciona.

Puede ser el momento de empezar a eliminar razones. Empieza por la que quieras. Todas son buenas. Lo importante no es la razón que elijas. Lo importante es empezar. Cuando lo hayas hecho, el resto es mucho más fácil.

Salvador Figueros

Foto: emdot / flickr

Pequeñas Cosas

A veces, no hay que hacer grandes cosas para conseguir grandes resultados. A veces, sólo hay que hacer cosas. Pueden ser pequeñas cosas, pero tienen que ser interesantes.

Una buena fórmula es mirar a tu alrededor. Sí, basta con echar un vistazo a todo lo que te rodea para descubrir elementos sorprendentes.

No es difícil, pero hay que saber mirar. Hay que mirar con los ojos adecuados. Con los que buscan y encuentran. Todo está ahí. Cerca. Sólo hay que ser capaz de verlo.

Ice-Cream Strategy

Me gusta esta estrategia. Es simple. Entras en una heladería. Tienen un montón de sabores con nombres italianos. Todos parecen apetecibles y no terminas de decidirte. Al fin y al cabo es una decisión.

El helado de stracciatella tiene una pinta estupenda. ¿Por qué no? Pero también tienes lampone, pistacchio,… Hay demasiados. Todos tienen un aspecto increíble y tú no sabes por cuál decidirte.

Si no tomas la decisión adecuada, habrás perdido una oportunidad. Es lo que pasa cuando te confundes. Dejas pasar cosas.

Dos posibilidades

Puede ser que te quedes un buen rato pensando hasta que tomas una decisión. Es una situación incómoda. Has asumido demasiado riesgo. Los helados tienen buena pinta, pero el sabor puede ser distinto. “Si no me gusta, ¿qué hago?”. Ése es el riesgo de tu decisión.

La segunda posibilidad es distinta. Todo termina de una forma parecida, pero el proceso es diferente.

No sabes por cuál decidirte. Eso no cambia. Cambia dónde se coloca el riesgo. El dueño de la heladería te pregunta qué sabor te apetece. Le dices que estás indeciso y le señalas tres colores diferentes.

Te ofrece tres cucharitas de plástico con las tres muestras. Las pruebas. El riesgo ha pasado de ti al dueño del producto. Te facilita el proceso. Ahora, lo tienes claro y tomas una decisión sin riesgo.

Las pequeñas cosas

Las pequeñas cosas funcionan así. Como la Ice-Cream Strategy. Son muy sencillas. Son intuitivas, pero sus resultados son muy potentes.

Están por todas partes. Tienes que buscarlas, tienes que encontrarlas y tienes que aplicarlas. Los resultados llegan. Siempre llegan. Ésa es la razón por la que las pequeñas cosas están siempre ahí. Porque dan resultados constantemente.

Salvador Figueros

Foto: jelene / flickr